Fragmento de infancia en cama

Mi papá dormía con esa mujer (que es apenas un par de años más vieja que mi hermano mayor) en una cama grande y con un respaldo de madera poco interesante, apenas una placa con un borde curvo arriba y un cavado unos cinco o diez centímetros más adentro que seguía la forma de la madera oscura. Yo tenía cuatro o cinco años y los dos estaban tratando de hacer esa cama grande y yo estaba sentada en medio de todo, profundamente atacada de risa en la habitación teñida de amarillo, y me reí y reí hasta que mi papá me ladró un reto y yo tuve que bajarme de la cama y él terminó de armarla con los dientes desencajados: me imagino que en la noche hacían ruido y despertaban a la mujer, y ella habría querido cosquillearle un lunar o tirarle el bigote pero quizás si lo despertaba él le pegara un golpe y para eso era mejor aguantar el sueño: yo, a veces, despierto con los dientes apretados y me acuerdo de eso y me da miedo que se me pongan los dientes chuecos como a él. Yo ya no recuerdo qué habrá pasado después de que la cama estuvo lista pero recuerdo que hasta entonces era la única hija a la que nunca le pegó y que una vez me llevaron a cortar el pelo que tenía hasta la cintura y luego nunca más fui a ver a mi papá. Hasta el día de hoy mi mamá me pide encarecidamente que me deje crecer el pelo y yo me aguanto las ganas, solo por ella, de tener una vez más los pelos parados.

0 comentarios:

Publicar un comentario